Atraído por la lectura de Baudelaire, trabó amistad con los poetas del grupo parnasiano.
Se dio a conocer como poeta y empezó a ejercer gran influencia en los círculos literarios. Sin embargo, la vida licenciosa, el licor y una tormentosa relación amorosa con Rimbaud, lo llevaron a la cárcel donde más tarde se convirtió al catolicismo.
Tras una nueva estancia en la cárcel por haber intentado estrangular a su madre hallándose bajo los efectos del alcohol, pasó a residir definitivamente en París (1885), donde fue a menudo hospitalizado.
A partir de 1887, a medida que su fama crece, cae en la más negra de las miserias. Sus producciones literarias de esos años son puramente alimentarias. En esta época pasa el tiempo entre el café y el hospital.
En sus últimos años gozó de gran prestigio literario (dio conferencias en Bélgica y Gran Bretaña, fue elegido «Príncipe de los poetas» en 1894 y se le otorga una pensión), lo que contrasta con la miseria y el estado de degradación en que vivía.
Prematuramente envejecido, agobiado por el vicio y la enfermedad, muere en 1896 en París, a los 51 años.
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